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Gabriel Balbo analiza cómo puede insertarse la Argentina en la cadena global de la IA

  • cidem7
  • 12 nov
  • 5 Min. de lectura

El docente investigador revisa la trama económica y geopolítica que sostiene el desarrollo de esta tecnología clave y explica dónde puede posicionarse nuestro país con ventajas reales.


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Hablar hoy de inteligencia artificial (IA) ya no remite al futuro, sino a una estructura económica mundial que se extiende desde la minería de tierras raras hasta los servicios digitales más sofisticados. “Para entender qué lugar puede ocupar la Argentina, hay que mirar toda la arquitectura que sostiene la IA: desde el silicio de un chip hasta la nube que hace correr un algoritmo. Solo así se entiende que este fenómeno es mucho más que software o automatización”, explica Gabriel Balbo, profesor de la Maestría en Economía y Negocios con Asia del Pacífico e India de la UNTREF y docente investigador de la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ).


De las minas a la nube: la base material de la IA


Detrás de cada avance tecnológico hay una enorme infraestructura industrial. En la primera etapa aparecen los insumos básicos —tierras raras, silicio, cobre, litio— que permiten fabricar los semiconductores sobre los que se apoya toda la economía digital, un sector liderado por la taiwanesa TSMC. Luego viene la producción de hardware especializado, donde las unidades de procesamiento gráfico (GPU) se volvieron protagonistas. Estos procesadores, capaces de ejecutar miles de operaciones simultáneamente, son esenciales para entrenar modelos de deep learning. “Las GPUs son el corazón del entrenamiento de la inteligencia artificial, y NVIDIA domina ese mercado con una capitalización bursátil que supera los cinco billones de dólares, unas ocho veces el PBI argentino”, señala Balbo.


A partir de esa base material se despliega el universo del software: la programación de los algoritmos de machine learning y deep learning, y finalmente los servicios que aplican esa tecnología a distintos sectores. “Empresas como Palantir o Microsoft ya no venden productos, venden inteligencia aplicada. Ahí, en la cúspide de la cadena, es donde se concentra el mayor valor agregado”, explica.


La cadena de valor global de la IA comienza con la extracción de metaloides como el silicio que permiten la fabricación de semiconductores.
La cadena de valor global de la IA comienza con la extracción de metaloides como el silicio que permiten la fabricación de semiconductores.

La nueva “guerra tecnológica”


Este entramado industrial y digital se desarrolla en medio de lo que Balbo denomina la guerra tecnológica entre Estados Unidos y China,  una disputa por el control de las tecnologías de frontera, fundamentalmente 5G, IA y todo lo relativo a la nueva carrera espacial. “No se trata de tanques ni misiles, sino de quién controla la innovación”, resume.


Mientras China sigue una estrategia basada en la expansión comercial, la financiación de infraestructura y la conquista de mercados, Estados Unidos responde con subsidios a su industria de chips y restricciones a la exportación de componentes críticos. Balbo recuerda que la estrategia china tiene raíces profundas. Desde los años noventa, el gigante asiático impulsó joint ventures que le permitieron acceder al conocimiento tecnológico occidental. “Le decían a la gran empresa norteamericana o europea que quería producir y vender en China, vengan acá a condición de hacernos transferencia tecnológica. No pensaron que China iba a poder avanzar en el desarrollo como lo hizo. Hoy los chinos hacen escasa transferencia tecnológica. Geopolíticamente, avanzan a través del comercio. Son categóricos, van ocupando lugares, ganando espacios en los que ven que los otros países tienen debilidades y así continúan proyectando poder. Pienso en los puertos que China tiene en África o Perú, todo eso que es eminentemente comercial, tiene también una pata logística-militar”, se explaya.


En cambio, según el experto, los Estados Unidos sustentan su poder en todo el sistema productivo y militar que tienen con una visión muy fuerte en la seguridad. “Se manejan con una lógica mucho más binaria, de amigo-enemigo”, remarca.


La tensión entre ambos países, asegura, está reconfigurando el mapa productivo global. “Lo más preocupante sería que haya una ruptura de las cadenas de valor, el mundo se volvería más caro, más cerrado y más desigual. Pero ese escenario todavía está lejos porque hay mucha interdependencia entre Estados Unidos y China: nadie puede producir todo por sí mismo”, evalúa.


La disputa geopolítica más relevante en la actualidad es la de China y Estados Unidos por el control de las tecnologías de frontera.
La disputa geopolítica más relevante en la actualidad es la de China y Estados Unidos por el control de las tecnologías de frontera.

Dónde puede jugar la Argentina


En este contexto, Balbo insiste en que la Argentina no debe intentar competir en la producción de chips o hardware, un sector que tiene a Brasil como el jugador más consolidado dentro de la región, sino en los segmentos donde tiene ventajas reales. “Nuestro capital humano y nuestra capacidad de generar software son reconocidos. Ahí está la oportunidad: en la parte más alta de la cadena, donde se crea valor a partir del conocimiento”, explica.


Los servicios basados en software —el modelo Software as a Service (SaaS)— representan, según el investigador, el camino más promisorio. “Podemos desarrollar soluciones globales adaptadas a distintas necesidades: educación, agroindustria, salud, logística. No se necesita una gran escala fabril, sino inteligencia aplicada y creatividad.”


Balbo menciona el caso de Globant como ejemplo de ese potencial y también de los riesgos de no anticiparse a los cambios. “Globant demostró que el talento argentino puede competir en el mundo, pero entró más tarde en la ola de la IA, y esta demora le está pasando alguna factura. En este sector, el que no acelera, se queda afuera.”


El especialista contrasta esta estrategia para Argentina con lo que ocurre en India, líder en servicios de soporte de software. “India domina por volumen y costos bajos, pero Argentina puede destacarse en soluciones de mayor valor agregado, con diseño, innovación y enfoque en nichos especializados. No se trata de hacer lo mismo más barato, sino de hacer algo distinto y mejor.”


Por otro lado, el docente apunta que otra posibilidad real para nuestro país es la instalación de centros de datos. “Hay muchas oportunidades en el desarrollo de servicios para la parte alta de la cadena y después esos servicios se pueden materializar en los centros de datos. Tenemos las condiciones para llevarlos adelante si no hay problemas de riesgo ambiental, pero vamos a necesitar socios. Es más, la idea de tener un centro de datos y al lado un reactor modular pequeño (SMR) me parece excelente. Pero siguiendo la lección de China, lo mejor sería que el SMR lo hagamos nosotros y es importante que lo que se venga a instalar acá genere transferencias tecnológicas, derrames que sean sustentables”, argumenta.


Las capacidades en programación que tiene la Argentina son reconocidas a nivel mundial y el país se puede destacar en el desarrollo de software a medida para sectores como educación, agroindustria, salud y logística.
Las capacidades en programación que tiene la Argentina son reconocidas a nivel mundial y el país se puede destacar en el desarrollo de software a medida para sectores como educación, agroindustria, salud y logística.

Conocimiento, universidades y empresas: una alianza clave


Más allá de la competencia tecnológica, Balbo subraya el papel estratégico del conocimiento. “El país tiene un sistema universitario sólido, carreras de informática de alto nivel y laboratorios asociados al sistema educativo que forman programadores reconocidos internacionalmente. Pero ese talento necesita conectarse con el sector privado. Lo que se produce en la universidad tiene que transformarse en innovación productiva.”


Para eso, propone fortalecer la articulación entre universidades, empresas y Estado. “Si no generamos mecanismos de cooperación, transferencia tecnológica y propiedad intelectual compartida, vamos a seguir formando talento para exportarlo. La innovación no se da en el vacío: necesita inversión, marcos de colaboración y una estrategia de país.”


Un momento decisivo


“La ventana está abierta”, concluye Balbo. “Argentina tiene talento, creatividad y capacidad técnica. Lo que falta es estrategia y decisión política para transformar eso en desarrollo sostenido.”


La inteligencia artificial está reconfigurando el poder y la producción a escala global. En ese nuevo tablero, nuestro país tiene la posibilidad —y la responsabilidad— de decidir qué lugar ocupar: si ser solo usuaria de tecnología o convertirse en un actor que genera conocimiento y valor propio.

 

 


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