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Jorge Crowe: “La innovación no es un valor positivo per se”

  • cidem7
  • 22 sept
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 1 oct

El docente de UNTREF y referente de la cultura abierta en nuestro país comparte su particular enfoque sobre las tecnologías, repasa su experiencia en laboratorios makers y destaca la importancia de los oficios y del error en la construcción del conocimiento.


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El artista y docente de la Licenciatura en Artes Electrónicas y la Especialización en Arte Sonoro de la universidad, Jorge Crowe, dialogó con el CIDEM sobre cómo ve el avance de las nuevas tecnologías y la innovación,  aportando su singular mirada.


“Hay una tendencia desde ciertos enfoques tanto educativos como comunicativos, incluso políticos, a una valoración a priori positiva de la innovación. Y no se trata de un ataque a la innovación, sino de problematizar el concepto. También se puso de moda la frase del Eternauta ‘lo viejo funciona’, y esa sería una valoración a priori positiva de lo viejo. Pero no todo lo nuevo ni lo viejo funcionan.  Mi mirada es la de la intertemporalidad técnica, tomar de las diversas tecnologías de diferentes tiempos históricos aquellos elementos que puedan potenciar aprendizajes y experiencias transformadoras. Desde ese lugar, abordar tecnologías del pasado puede dar respuestas o nuevas perspectivas sobre los problemas del presente y del futuro”, explica.


Para él, pensar la innovación necesita de otros marcos, como puede ser el de la arqueología de medios, que estudia tecnologías extintas para entender por qué no sobrevivieron, dónde están sus restos y qué de esos fósiles técnicos pueden enseñarnos sobre nuestro tiempo. “La innovación no es un valor positivo per se, es cómo un tren rápido motorizado por la industria del consumo tecnológico, entonces como artista y educador me gusta pensarla críticamente apoyándome en estos abordajes complementarios”, agrega.

 

Los fablabs como ámbito de aprendizaje


Sus ideas sobre las tecnologías las ha llevado a la práctica no solo en las clases que da en la UNTREF y otras universidades, sino en algunos laboratorios fuera del ámbito académico en los que tuvo un rol importante.


Laboratorio de Juguete fue un espacio creado por Crowe para compartir conocimientos de electrónica aplicada al arte, la cultura, la educación y el diseño.
Laboratorio de Juguete fue un espacio creado por Crowe para compartir conocimientos de electrónica aplicada al arte, la cultura, la educación y el diseño.

Con una formación de base en Artes Visuales, Crowe comenzó a interesarse en la electrónica analógica y digital hacia el 2007 con el boom de Internet y de la cultura colaborativa. “Sin los foros, las páginas web, los libros que se podían descargar de algunos lugares, la adquisición de ese conocimiento hubiese sido mucho más compleja”, confiesa.


Inspirado en su propio recorrido, por esos años Jorge se embarcó en la aventura de armar un espacio al que llamó Laboratorio de Juguete. “Surgió como un proyecto de divulgación de la electrónica para territorios relacionados al arte, la cultura, la educación y el diseño, en un momento en el que no existían este tipo de lugares. Sabía, tenía la intuición de que mucha gente como yo iba a estar interesada”, cuenta.


La Máquina de Dibujar, un proyecto del docente de UNTREF para el Laboratorio Flexible que incluye tecnologías recicladas.
La Máquina de Dibujar, un proyecto del docente de UNTREF para el Laboratorio Flexible que incluye tecnologías recicladas.

Como detalla, en Laboratorio de Juguete se promovía la cultura, el software y el hardware libres. “A mí me convocó todo ese universo ético, técnico y político, y era una manera de difundir esas ideas. También desarrollé herramientas, me interesaba poder hacerlo desde el Sur Global y cree algunos circuitos que están libres y disponibles. Hacíamos talleres con colegas y había un espacio abierto donde brindaba acompañamiento técnico a proyectos que involucraran electrónica”, describe.


Hacia 2009, fue convocado para formar parte del Laboratorio Flexible orientado a las infancias. “Buscamos brindarles a los chicos y chicas herramientas de electrónica para que dialoguen con las artes manuales. La electrónica no viene a reemplazar sino a complementar a la témpera, la tijera, la cartulina, al cartón y la plasticola, colisionando con esos recursos para darles otra dimensión”, explica.


Juguete Frankenstein.
Juguete Frankenstein.

Entre los proyectos generados en Flexible, Jorge destaca La Máquina de Dibujar, un dispositivo hecho con reproductores de CD recuperados. “Lo que hacemos es pegarles un CD viejo y recortar papel y dibujar con el CD en movimiento, de donde surgen unos dibujos concéntricos muy lindos. Esto que está hecho con tecnología reciclada para mí representa muy bien lo que sostengo sobre la innovación: no tiene que ver con cosas nuevas sino con una potencia que encierran las cosas”, detalla.


Otra de las propuestas que trabaja en este laboratorio son los Juguetes Frankenstein, hechos con pedazos de otros juguetes y algunos componentes de electrónica. “Se da lugar a estos monstruos que además tienen mucha carga simbólica porque permiten inventar historias. El monstruo siempre está cerca de la risa y del miedo, que son dos cosas muy convocantes en la infancia, y nos habilitan a hablar de lo único también, del juguete no serializado, fabricado con tus propias manos”, ilustra.


Y por último, comenta otro proyecto en el que produjeron nada menos que joysticks de cerámica. “Los pibes diseñaron la interfaz y sus propios joysticks con una forma libre, los modelaron, después los cocinaron, hackeamos teclados con los que les pusimos botones y diseñamos videojuegos en relación a esos joysticks. Y acá aparece de nuevo lo de la intertemporalidad técnica, porque de un lado tenés una tecnología ancestral y del otro una tecnología contemporánea. Otro aspecto interesante del proyecto es el diseño propio de las interfaces, porque generalmente nos tenemos que adaptar a las que el mercado nos propone, y acá exploramos interfaces uno a uno”, describe.

 

Joysticks de cerámica, un ejemplo de cómo pueden combinarse las tecnologías viejas con las nuevas.
Joysticks de cerámica, un ejemplo de cómo pueden combinarse las tecnologías viejas con las nuevas.

El rescate de los oficios y la importancia del error


Crowe afirma que vivimos un tiempo donde vamos desacoplándonos de algunas prácticas manuales que se van tercerizando y eso es algo a revisar. “Me parece importante sostener la bandera de la gubia, del destornillador, del cepillo de madera, del torno cerámico. Todas estas herramientas con las que transformamos la materia son vehículos de conocimiento”, indica.  


Según Jorge, la idea del oficio, de conocer una materia y una técnica en profundidad, hoy está desafiada y hay que retomarla. “En mis clases lo que propongo es volver siempre a la materia y hablar sistemáticamente de la agencia, de la capacidad de transformación que tienen las cosas sobre nuestra vida”, continúa.


Es que para él, en ese vínculo con las materialidades emerge otro de los componentes centrales del conocimiento: el error. “Yo concibo la electrónica como una práctica, y lo que propongo es ir a la mesa de trabajo con ciertos elementos y objetos que nos convocan,  para ver qué sucede. Desde ahí,  los accidentes creativos suelen tener una potencia mucho mayor que las ideas preconcebidas”, asegura.


Según Crowe, la electrónica es "un camino de fracasos superados".
Según Crowe, la electrónica es "un camino de fracasos superados".

En línea con eso, añade que otra cuestión que lo atrapa de la electrónica es la capacidad de maravillar. “Me viene una frase del escritor y científico británico Arthur C. Clarke que dice que toda tecnología lo suficientemente avanzada es indiscernible de la magia. Hay algo de la maravilla de encender un led o de activar un motor que abre un bache en lo cotidiano y da lugar a enigmas, a preguntas. Estoy convencido de que la perplejidad, no comprender cómo pasa algo es el mejor punto de partida para formar conocimiento”, define. 

 

China como inspiración


Para Crowe, la mediación tecnológica y las interfaces están sesgando nuestra manera de pensar, de actuar y de usar las manos, por eso ve en ello un territorio en disputa, y sostiene que un modelo interesante para detenerse es el de China.


“He visto muchas imágenes de las aulas en China y tienen un esquema donde ven cosas hipertecnológicas pero también hay mucho trabajo con herramientas y materialidad, con especial enfoque en el dibujo. Me parece que China nos habla de lo intertemporal, es una cultura milenaria que está organizando el futuro, nos guste o no. Lo que tiene China es un arraigo en una tradición, un pasado, una cultura común que se hipertecnifica y se proyecta al futuro”, apunta.


China como emblema de intertemporalidad técnica.
China como emblema de intertemporalidad técnica.

En su admiración por esta cultura, Jorge trae a la charla las ideas del filósofo Yuk Hui, que habla de fragmentar el futuro. “Él dice que tenemos que romper la técnica, que hay que partirla en pedazos, no puede haber una técnica hegemónica que englobe a todos. Cada país, cada nación y cada cultura tiene que desarrollar su propia técnica, por eso construye este concepto de la cosmotécnica, una técnica que responda a una tradición cultural y a las necesidades de un territorio”, acota.


De acuerdo con el docente, es clave que como país pensemos cuál es nuestra cosmotécnica. “Esto creo que también nos interpela desde nuestra historia, desde quiénes somos, para pensarnos técnica y educativamente y dónde nos paramos en el concierto de naciones. Frente al avance del bloque asiático, sería utópico pretender fabricar semiconductores, pero tenemos un conocimiento tecnológico muy fuerte en Argentina. A mí me interesa esta idea de sociedades del estado chinas mezcladas con privados para el desarrollo tecnológico, y ahí tenemos todo un horizonte de posibilidades en lo que hace a los minerales, el combustible, el blockchain y la inteligencia artificial”, reflexiona.

   

 


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