Ariel Pennisi: “Las altas tecnologías digitales son la nueva casa del ser”
- cidem7
- 12 nov
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El ensayista, docente e investigador aborda desde un punto de vista filosófico los alcances de la imbricación entre humanos y tecnologías como ChatGPT, Digital Twins, GPS y VAR, planteando los escenarios futuros de esta hibridación.

Para Ariel Pennisi, la irrupción del mundo algorítmico y las tecnologías digitales cambiaron radicalmente nuestra forma de estar en el mundo. De hecho, y retomando críticamente las ideas del filósofo alemán Martin Heidegger, sostiene que las altas tecnologías contemporáneas ya no pueden pensarse en términos de instrumentos, sino que son “la nueva casa del ser”.
Como refiere el ensayista, el surgimiento y la penetración de tecnologías como ChatGPT, Digital Twins y GPS, hacen que entremos en lo que él, junto al psicoanalista y neurofisiólogo Miguel Benasayag, definen como “la era de la hibridación” en el marco de la época de la complejidad.
“La hibridación se da por promiscuidad, no necesariamente porque tengas un chip intracutáneo o un brazo ciborg, sino que por funcionamiento y extrema proximidad nosotros ya estamos hibridados con las máquinas digitales a nivel subjetivo, cultural, pero también a nivel cerebral, como marca el trabajo que desde hace varios años lleva adelante Miguel”, agrega.
En esta nueva casa tecnológica que habitamos ya no somos los mismos. “Estamos frente a dispositivos, a procesos, cuya fuerza y potencia es tal que, difícilmente, estemos en condiciones voluntaristas de resistir la capacidad de formateo que tienen sobre nosotros y sobre lo vivo en un sentido más extendido”, continúa quien está a cargo del seminario Filosofía de la Técnica en la Maestría en Tecnología y Estética de las Artes Electrónicas de UNTREF.
La singularidad de lo vivo
Pennisi es sumamente cuestionador de los discursos que circulan en los medios sobre el cerebro humano y la inteligencia artificial. “Escucho a algunos divulgadores decir que el cerebro es como una computadora, una máquina. Si bien se trata de una metáfora, desde mi punto de vista es una metáfora literariamente pobre y conceptualmente desafortunada. En el trabajo que venimos haciendo con Miguel Benasayag, planteamos que hay diferencias de naturaleza entre la potencia digital y los organismos, así como hay una diferencia de naturaleza entre la modelización digital de un fenómeno y el fenómeno real, entre el mapa y el territorio”, apunta.
De acuerdo con él, cuando llaman “inteligente” a una máquina que procesa datos, establece correlaciones y hace estadística compleja, estamos ante un gran equívoco. “En todo caso, no es comparable con la inteligencia humana que, si bien tiene la capacidad de hacer cálculos y procesar información, ese rasgo no es determinante en ella, algo que sí define el funcionamiento de las máquinas digitales”, dice. “Lo fundamental en la inteligencia orgánica son las capas que la componen: paisaje, historia, campo biológico y cuerpo”, remata.
La hibridación humano-máquina es insoslayable pero recomienda pensarla con cautela. “En las tecnologías hay algo de la historia del animal humano y en los organismos hay un tramado técnico, por lo tanto no son entidades puras, separables. Pero en la medida que no encontremos puntos de alteridad, de especificidad, y seamos condescendientes con esta homologación entre inteligencia artificial e inteligencia orgánica, ahí estaría en juego una derrota muy fuerte que no solo es epistemológica, también es ética y política”, afirma.
El docente advierte que tampoco se trata de pensar la alteridad de lo humano desde una esencia del hombre, como postula el humanismo, o desde la idea de un alma divina que traen las religiones. Más bien, la distinción radica en principios de funcionamiento orgánicos que no son solo biológicos. “Cuando hablamos de organicidad, hablamos de modos de ser y de estar en el mundo que tienen que ver con ejes intensivos, unidades de experiencia que no son separables, desagregables. Por el contrario, la dinámica de lo digital, de las máquinas y del mundo algorítmico funcionan por desagregación y no hay unidad posible, sino dispersión y recombinación”, especifica.

El problema del realismo digital
Pennisi sostiene que uno de los problemas centrales está dado por lo que él llama realismo digital. “Hoy los modelos digitales pueden dar un veredicto, cualquiera puede decir que las cosas son así porque es lo que determinó la inteligencia artificial. Aparece entonces un mundo hiperreal, donde hay una especie de nueva objetividad que no viene legitimada por la experiencia, sino por el mero cálculo de las máquinas. Este realismo algorítmico es paradojal, porque por un lado no hay nada más irreal que eso, pero por el otro nada que tenga más efecto de realidad”.
Y trae a la charla un ejemplo muy popular, el de la tecnología VAR (Video Assistant Referee) utilizada en el fútbol profesional y que analizó en un artículo publicado en Tiempo Argentino.
“Antes del VAR el dedo de un jugador no tenía estatuto. Según las reglas del fútbol, un jugador está en posición adelantada si traspasa la última línea del rival para obtener una ventaja, y la regla está para evitar que alguien obtenga esa ventaja. Ahora se decreta offside si la uña del jugador sobrepasa la línea que establece la máquina, entonces un juego que es unitario, integrado, no descomponible, de golpe se puede descomponer. Se establece un nuevo plano de realidad donde el fragmento del cuerpo de un jugador es una entidad separable. Interrumpiendo, además, los ritmos del juego y transformándolo completamente. No se trata del mismo juego con más objetividad, sino que empieza a ser otro juego”, describe.
El arte como campo de batalla
El ensayista asegura que el arte es un espacio interesante para reflexionar sobre estos puntos de alteridad, y le baja bastante el precio a la idea de que eventualmente no se van a pintar más cuadros ni se va a escribir más poesía por el hecho de que lo pueda hacer la inteligencia artificial. “Decir que los humanos ya no vamos a crear más este tipo de obras es una tontería, porque nunca se trató de hacer lindas poesías ni lindas pinturas. La poesía y la pintura son parte de procesos históricos, sociales, culturales, lingüísticos, procesos que las tienen solo como una de sus partes, como emergentes o culminaciones, no como resultados o pedidos a demanda de un usuario cualquiera”.
En cambio, si uno toma lo que genera la inteligencia artificial es muy distinto. “Ahí la poesía y la pintura son un producto terminado, y lo que se omite es todo el proceso histórico, todas las capas fenomenológicas, sobre todo, la producción de sentido en la que se inscribe cualquier obra”, aclara.
El peligro de la colonización tecnocientífica
El mayor riesgo de la hibridación con las máquinas digitales es que se borre el componente humano. “En la medida que la potencia tecnológica no pueda ser reincorporada, tomada parcialmente, utilizada transgresivamente, desviada en sus funciones originales, ahí lo que se produce es una forma de colonización tecnocientífica”, indica Pennisi.
Según él, esta colonización tecnocientífica tiene una doble acepción. "Hablamos de ella tanto en sentido biológico, como cuando una especie llega, empieza a ocupar los espacios o a comérselos y a desplegar sus posibles en detrimento de los posibles del resto de los habitantes, al igual que en un sentido político, por cuanto las tecnologías digitales contienen una lógica de funcionamiento basado en la modelización, la desagregación y la recombinación, que formatea nuestro modo de percibir y nuestro modo de estar”.
El desafío, remarca él, es poder construir a las tecnologías digitales como un insumo y evitar la tentación de ponerlas como depositarias de la delegación completa.

Una nueva institucionalidad
Ante la consulta de cómo poner un freno a la penetración de las tecnologías digitales en la vida cotidiana, el ensayista e investigador postula que la regulación tiene que venir de la mano de una nueva institucionalidad.
“Si uno quiere pensar políticas públicas en relación a las nuevas tecnologías, tiene que preguntarse otra cuestión fundamental antes y es en qué tipo de sujetos y en nombre de qué se puede regular”, subraya.
En su opinión, ya no se puede pensar en políticas públicas monopolizadas por el Estado, y para ilustrar su postura menciona el caso que se dio en la Ciudad de Buenos Aires de prohibirles a los chicos el uso de celulares en las escuelas. "Hubo un gobierno que seguramente hizo sus cálculos y sus focus groups con padres y madres que estaban preocupados por ese tema, y luego demagógicamente tomó esa medida. No creo que la prohibición sea la solución. Antes que políticas públicas a la vieja usanza, lo que necesitamos son políticas públicas que articulen al Estado con actores de la sociedad, de la comunidad educativa, científica, de distintas minorías, colectivos, del mundo de los trabajadores, para imaginar otros posibles en nombre de los cuáles será posible regular e incluso limitar. La clave tiene que ver con la construcción de nuevas instituciones a partir de situaciones concretas, donde uno puede decir, de manera situada, frente a este problema y esta circunstancia, tenemos algo para hacer”, ilustra.
Escenarios futuros
El pensador, que también coordina el área de Nuevas Tecnologías en el Instituto de Estudios y Formación de la CTA Autónoma y es docente en la Universidad Nacional de José C. Paz y la Universidad Nacional de las Artes, advierte que en el futuro se plantean dos caminos.
Uno es el del transhumanismo, cuyos representantes más conocidos son Raymond Kurzweil, Elon Musk y Martín Vasavsky. “Para ellos, los seres humanos son problemáticos, lentos, repetitivos en sus errores, demasiado ritualistas. Consideran la evolución a partir de cierto salto tecnológico que permitiría el surgimiento de una nueva especie digital. El transhumanismo es una suerte de nueva metafísica, donde habría algo que es el puro funcionamiento sin ruidos, sin malos entendidos, sin conflictos, por eso es inhumano, y donde inclusive nuestro planeta empieza a ser un obstáculo y hay que irse a otro planeta. Su propuesta es de una inviabilidad absoluta”, evalúa.

El otro camino es buscar formas de hibridación más virtuosas. En relación a esto, cuenta una experiencia que integra con compañeros de la CTA Autónoma, colegas de Italia (universidades de Salerno, Napoli, Roma 3), la Universidad de Buenos Aires, una importante institución brasileña e investigadores autónomos.
“Es una red que busca pensar cuáles serían las condiciones de apropiación de estas tecnologías tan sofisticadas cuyos efectos estamos viendo en tiempo real, para objetivos que tienen que ver con políticas públicas, artes aplicadas, desarrollo de bienes comunes, de estrategias relacionadas al urbanismo, a la educación. Con este grupo estamos buscando que Digital Twins sirva para pelear contra la gentrificación o para imaginar una renta básica universal, modelizando una situación futura, sin sucumbir a los riesgos epistemológicos que marcaba antes”, ejemplifica.
En definitiva, el ensayista nos invita a pensar que las tecnologías digitales hoy están muy lejos de ser simples instrumentos y que, por el contrario, moldean nuestra existencia en su conjunto. Por ejemplo, el uso permanente del GPS no solo produce atrofias concretas en los núcleos subcorticales del cerebro relacionados a la cartografía del territorio, tal como demostró Benasayag en un estudio hecho con taxistas de Londres y París, sino que cambia radicalmente nuestra forma de percibir y vincularnos con el espacio.
"La delegación total de funciones en estos dispositivos nos termina modificando por falta de tiempo y disponibilidad para la metabolización", argumenta Pennisi.
Su posición es en defensa de la vida, pero desmarcándose de la tecnofobia y el ludismo. “Ese es un planteo perdedor, que no hace pie en formas de legitimidad sostenibles en el tiempo. Lo que necesitamos nosotros es multiplicar las ocasiones en las que podamos domesticar un poco esta potencia enorme que llegó para quedarse”, concluye.









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