La UNTREF impulsa la elaboración de alimentos con valor social en Tres de Febrero
- cidem7
- 22 sept
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Actualizado: 23 oct
Con la creación de Pequeñas Unidades Productoras de Alimentos Artesanales (PUPAA), la Licenciatura en Nutrición promueve proyectos comunitarios que combinan capacitación, producción local y acceso a alimentos saludables, fortaleciendo la economía popular y el compromiso social de sus estudiantes.

En el corazón de Tres de Febrero, la Licenciatura en Nutrición de la UNTREF está demostrando que la formación universitaria puede ir mucho más allá de las aulas. Con proyectos que integran a docentes, estudiantes y organizaciones sociales, la carrera acompaña la creación de Pequeñas Unidades Productoras de Alimentos Artesanales (PUPAA), experiencias que combinan la capacitación técnica con la producción local y el acceso a alimentos más saludables.
Como explica Rodrigo Clacheo, coordinador de la carrera, la ventaja de las PUPAA es que están convalidadas por la Provincia de Buenos Aires y eso les da una figura legal para producir y comercializar en forma segura y también inscribirse en los registros provinciales, pudiendo participar en las ferias bonaerenses. El objetivo es claro: brindar herramientas concretas a grupos comunitarios para que puedan elaborar, vender y sostener emprendimientos de alimentos con valor social.

Dos experiencias en el territorio
Actualmente, la carrera acompaña dos PUPPA en el Municipio de Tres de Febrero. La primera se llama Micelio y funciona en el Centro de Formación Profesional N° 404 de Martín Coronado. Una de sus integrantes, Andrea Gómez Navarro, cuenta que la iniciativa surgió a partir de un proyecto que presentó la UNTREF en el marco del Plan Nacional Argentina contra el Hambre, y que el asesoramiento que recibieron de la universidad fue integral. “La gente de nutrición nos acompañó desde el principio con las recetas, con el equipamiento, con el espacio de formación. Y nuestra relación sigue hasta hoy. Cada año trabajamos con profesores y alumnos en nuevas recetas, fichas técnicas y ferias”.
El grupo adoptó el nombre Micelio inspirado en la red invisible que sostiene a los hongos y conecta la vida bajo la tierra. “Lo elegimos porque refleja lo que somos: un entramado colectivo que se nutre y se apoya en los vínculos”, especifica Andrea.
Como le detalla al CIDEM, elaboran budines, muffins, galletitas y talitas. La mayoría de sus productos son veganos y todos están hechos con materias primas agroecológicas. “Sabemos de dónde viene lo que usamos, quién lo produce, y eso se traslada al consumidor”, agrega.
La comercialización también tiene un componente asociativo. Sus principales clientes son cooperativas como Biopandora, Caracoles y Hormigas y Alimentos Cooperativos. “Para nosotros es clave sostener este circuito solidario”, resalta Andrea.
Ese es, justamente, el horizonte político del proyecto: la soberanía alimentaria. “Nuestro granito de arena es que cada persona sepa qué come y de dónde viene lo que come. Queremos que los alimentos no solo sean sanos, sino que tengan trazabilidad, que podamos elegir con conciencia. Esa es la importancia de las PUPAA: producir distinto, con identidad y compromiso”, resume la integrante de Micelio.

La segunda PUPAA con respaldo de la Licenciatura en Nutrición se desarrolla en el barrio Ejército de los Andes, más conocido como Fuerte Apache. En articulación con la agrupación Germán Abdala y con el apoyo de la Red de Intercambio Técnico de la Economía Popular (RITEP), se montó un espacio equipado desde cero con hornos eléctricos, fermentadoras, heladeras, freezer, amasadoras, sobadoras, mesadas y utensilios de cocina. Bautizada como La Germán, esta PUPAA es un ejemplo de cómo la organización comunitaria, el acompañamiento estatal y la llegada de la universidad al territorio pueden transformar realidades históricamente marcadas por la exclusión. Uno de los referentes del barrio, Hugo Vélez, apunta que “lo principal para mejorar nuestra calidad de vida era capacitarnos y tener un oficio”.
Los primeros pasos en esa dirección llegaron de la mano de programas como Argentina Trabaja, supervisados por la Universidad Nacional de Quilmes (UNQUI), de donde surgieron talleres de herrería, carpintería o construcción, que no solo generaron ingresos, sino también dignidad y pertenencia. “Aprender un oficio levanta la autoestima de cualquier trabajador. Nos organizamos, entendimos lo que era una cooperativa y comenzamos a vernos como microemprendedores”, comparte Vélez.
Esa senda se profundizó cuando la UNTREF se sumó con una intervención decisiva: brindar herramientas de gestión, administración y formación especializada en alimentos saludables. “La UNTREF nos enseñó a calcular costos, a pensar en cómo reinvertir para seguir produciendo, a trabajar con nutricionistas. Nos abrió otro panorama”, comenta el referente.
Hoy, en las instalaciones de La Germán, un grupo de mujeres produce panes, budines, prepizzas, galletitas, panes dulces y turrones, hasta innovaciones como papas fritas de polenta o torta de lentejas.
“Una compañera no es lo mismo ahora que hace 15 años atrás, que venía y preguntaba ‘qué es lo que tengo que hacer’. Hoy ellas ya saben, y ese cambio es gracias a todo lo que venimos haciendo con la universidad. Recuperaron confianza, se empoderaron, y eso también se refleja en sus hogares y en sus hijos”, dice Vélez.
Más allá de lo productivo, el vecino de Fuerte Apache remarca que la llegada de la universidad al barrio tuvo un valor simbólico profundo. Posibilitó que los jóvenes vieran a la educación superior como algo cercano, alcanzable.
La Germán sueña con consolidarse en el mercado formal de alimentos saludables. Sus integrantes buscan escalar su producción, mejorar la calidad y posicionarse como una alternativa local en un mercado dominado por grandes empresas. “No nos quedamos esperando ayuda: buscamos capacitarnos y crecer. La autogestión siempre estuvo en nuestro pensamiento”, afirma Vélez.

Aprendizaje con compromiso social
La asistencia de la UNTREF no se limita al diseño de infraestructura. También abarca capacitaciones técnicas, cursos de manipulación de alimentos —avalados por la Provincia de Buenos Aires— y acompañamiento en el uso de equipos. Cada acción fortalece la autonomía de estos grupos comunitarios.
El vínculo con el entorno es una marca registrada de la Licenciatura en Nutrición. “La perspectiva más teórica de la carrera está orientada a pensar la salud como una construcción social y diversa. Nuestros estudiantes no solo reciben contenidos en el aula: también visitan comedores, hospitales y centros de salud. Estamos enclavados en el conurbano bonaerense y el territorio es parte de nuestro escenario de aprendizaje. No se trata solo de transmitir conocimientos, sino de construirlos junto con la comunidad”, asegura el coordinador de la carrera.
Los proyectos de las PUPAA funcionan, entonces, como ámbitos formativos en los que los futuros profesionales no solo aprenden a diseñar alimentos saludables, sino que también se involucran en las problemáticas concretas de los barrios.
Alimentación saludable y economía popular
Uno de los ejes que atraviesa estas experiencias es la concepción de la alimentación saludable como un derecho. Lejos de la idea restringida a dietas o etiquetas comerciales, la UNTREF incentiva la elaboración de alimentos accesibles, nutritivos y culturalmente significativos.
De este modo, las PUPAA cumplen una doble función: aportan alternativas económicas a grupos comunitarios y al mismo tiempo ponen en circulación alimentos con mejor perfil nutricional que los productos ultraprocesados habituales.
“Son pequeñas cocinas que, con apoyo institucional y creatividad comunitaria, logran abrir caminos de inclusión, trabajo y alimentación digna”, refuerza Clacheo.

El recorrido recién empieza: “Hoy tenemos dos PUPAA armadas con financiamiento público y transferencia docente. Queremos seguir impulsando estas experiencias porque son una manera concreta de mostrar que la nutrición puede transformar realidades locales”, sintetiza el coordinador.
En tiempos de incertidumbre económica, la apuesta de la UNTREF y sus estudiantes por fortalecer la producción comunitaria de alimentos da cuenta de cómo la universidad pública puede impactar positivamente en la vida cotidiana de las personas, tendiendo puentes entre la formación profesional y las necesidades sociales más urgentes.









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