Una empresa de Villa Bosch que se juega todo al mercado de la alegría
- cidem7
- 12 may
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Actualizado: 27 may
Colorpel es la única productora de cabello sintético para la industria del juguete que hay actualmente en el país. Al frente de ella está Cristian Zorza, quien desarrolló buena parte de las tecnologías que se usan para fabricarlo.

Entre todas las empresas de la región, hay una que sobresale por lo específico de su actividad. Se trata de Colorpel, la única productora de cabello sintético para la industria del juguete que hay hoy en Argentina. Ubicada en Villa Bosch, esta fábrica produce también máscaras, vinchas y pelucas de cotillón, destacándose como un proveedor importante en el mercado de la felicidad. Y un detalle nada menor es que algunas de las máquinas y tecnologías que utiliza fueron desarrolladas por su mismo dueño, Cristian Zorza, egresado de la escuela técnica.
Antes que como empresario, a Cristian le gusta definirse como técnico, y aunque cultive el bajo perfil es un asiduo participante de las actividades organizadas por la Red de Empresarios para el Desarrollo (RED) y el CIDEM UNTREF, entre ellas el Programa de Dirección Abierta. Según cuenta, a los 24 años ingresó en la empresa multinacional Colorica, conocida por sus cartas de colores para las tinturas de cabello. Casi por seis años estuvo trabajando en el acondicionamiento de las máquinas de este gigante de la cosmética, logrando capitalizar esa experiencia para su propio negocio. “Me pedían desarrollar piezas y dispositivos para ir mejorando la producción, y así aprendí a hacer las máquinas. Les fabriqué y vendí más de 15 equipos que fueron a sus sucursales de Estado Unidos, Italia y España”, cuenta con orgullo.
Cuando comprendió que podía crear sus propias tecnologías, apostó a su emprendimiento. “Empecé a hacer algunas máquinas para mí y como entendía mucho del rubro del cabello sintético pensé: ¿en dónde lo puedo aplicar que no sea en la carta de colores? Y lo volqué al mundo del juguete. Había una demanda de pelo sintético para muñecas, por ese entonces tenías un solo fabricante en el país. Hice unas muestras, empecé a ofrecerlo a distintos jugueteros y hoy ya son 10 años que estoy en el rubro”, precisa.

Por supuesto, en el medio pasaron cosas. Una bisagra para la empresa fue dar con clientes que ya tenían las licencias de compañías como Disney, algo que demandó un mayor volumen de producción y también un ajuste en la tecnología. Fue la época donde se pusieron de moda las pelucas y extensiones de personajes como Frozen o Rapunzel, a las que más tarde se sumaría Merlina.
Pronto, Cristian decidió incorporar a su oferta máscaras en plástico termoformado y vinchas. “El beneficio que tengo en mi fábrica es que yo hago mi propia matricería, no dependo de un tercero. Eso me permite bajar los costos y variar en el año los productos. Tenemos la parte de diseño también, el cliente viene con una idea y nosotros se la desarrollamos. Pero sobre todo lo que diferencia a nuestras máscaras son los materiales, el espesor, la calidad”, enumera, agregando que hay fechas del año en las que no dan abasto como el Día de las Infancias, Halloween y Navidad.
Actualmente, trabajan con tres grandes distribuidores del mercado interno que tienen entre 2.000 y 3.000 clientes cada uno. Consultado sobre los planes a futuro, Cristian dice que seguir sumando tecnologías es clave para sostenerse. “La parte técnica, el desarrollo y el desafío de poder lograr algo es lo que más me gusta. Un producto, todos los productos tienen desafíos distintos. Y lograr ese producto es lo que a mí me lleva a tener la empresa”, concluye.
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