Adox y los caminos de la innovación
- cidem7
- 17 oct 2024
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La PyME fabricante de productos médicos es uno de los ejemplos locales más destacados de cómo las actividades de I + D que promueve y sus articulaciones con el sistema científico-tecnológico nacional generan un impacto positivo en la sociedad y el ambiente.

En Ituzaingó, Provincia de Buenos Aires, se encuentra Adox, una PyME cuya producción impacta directamente en la calidad de vida de las personas y en la baja de costos en el sistema de salud. Son reconocidos por sus insumos médicos basados en electrónica y nanotecnología, con una particularidad: muchos de sus desarrollos surgen de sinergias que van construyendo con el sistema científico-tecnológico.
Cuenta su presidente, Javier Viqueira, que hoy son 67 personas en la empresa de las cuales 14 trabajan exclusivamente en I + D. “Haber separado esta área de lo productivo es lo que nos permite tener una dinámica interesante”, explica sobre el lugar que ocupa la innovación en su actividad, acotando que entre quienes se dedican a pensar nuevas soluciones hay especialistas en electrónica, software, diseño industrial, nanotecnología, química y farmacia.

La evolución que hizo esta PyME es notable. Adox comenzó a principios de los años ‘90 importando productos médicos para comercializarlos en el país, manteniéndose así hasta la crisis del 2001. “Ahí se produjo una dificultad, porque teníamos muchas deudas a cobrar en pesos y la devaluación que hubo fue enorme, perdiendo gran parte de nuestro capital. Entonces encaramos un cambio profundo”, recapitula Javier, quien además cursó la Especialización en Gestión de la Tecnología y la Innovación de UNTREF y participa de la Red de Empresarios para el Desarrollo (RED), entre otras agrupaciones.
Para salir de la crisis decidieron fabricar algunos de los productos que antes compraban en el exterior, con el desafío de que había poca mano de obra calificada disponible en el mercado laboral argentino. “Tuvimos que aprender con los profesionales que teníamos, conformándolos en desarrolladores, y tomar empleados recién salidos del colegio y estudiantes de la universidad”, comenta, añadiendo que esa apuesta por la formación de su propia gente derivó en lazos muy firmes.
“Todos los cargos gerenciales los ocupan colaboradores que empezaron en la empresa como pasantes y que hoy ya se han graduado de sus carreras. Tengo gente del equipo de 40 años de edad con más de 20 años de antigüedad. Jamás tuvimos un juicio laboral, lo cual es un valor que buscamos preservar. Creemos que la confianza es clave para el éxito de nuestro trabajo”, señala.
La jugada les salió bien, y un dato contundente de eso es que, entre 2004 y 2007, el 80 % de lo que fabricaban lo destinaban a mercados de afuera como Alemania, España, Guatemala e Irán. Pero a fines de la década tuvieron que replantearse algunas cosas. El motivo: el crecimiento chino.

“Veíamos que esos productos se estaban haciendo cada vez mejor y a otras escalas. China nos estaba excluyendo del mercado. Nos dimos cuenta que necesitábamos hacer otra innovación disruptiva, pasar al desarrollo de otros productos de los cuales tampoco sabíamos nada. Fue cuando comenzamos con las vinculaciones”, resume.
El peso de las articulaciones público-privadas
Las postrimerías de la década del 2000 fueron una bisagra en la trayectoria de la empresa. En esa época iniciaron un camino que se convirtió en parte sustancial de su identidad: el trabajo en redes y especialmente con investigadores del sistema científico-tecnológico nacional.
Por ejemplo, actualmente Adox está asociada con las Universidades Nacionales de San Martín y de Hurlingham para la producción de unos simuladores médicos que enseñan tareas como tomar la presión, poner una sonda, mover a un paciente o manejar un respirador.
“La sociedad la formalizamos hace poco pero ya estábamos colaborando. En la pandemia hicimos unas cajas de entrenamiento para el lavado de manos que entregamos conjuntamente en colegios y hospitales. En eso no hubo ningún fin comercial, lo que nos motivaba era poder hacer una contribución a la salud pública”, remarca Viqueira.
Por otro lado, menciona un proyecto que fue muy importante en el contexto del covid-19. En medio de un clima desesperante por la falta de respiradores, Adox se conectó con la Universidad Nacional de Entre Ríos, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) y la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina (ADIMRA) para, juntos, pensar una solución.
“Nosotros conocíamos bien la técnica para hacer los respiradores, el problema era que los insumos no se podían conseguir, que no llegábamos con el tiempo. Se nos ocurrió aprovechar nuestras máquinas de anestesia, que tienen un respirador adentro para ventilar al paciente. Lo que hicimos fue convertir estos respiradores de anestesia en respiradores para terapia intensiva, donde cada uno de los que participó en ese grupo de trabajo sumó conocimientos y recursos. En 15 días tuvimos 300 respiradores para donarlos al Ministerio de Salud. Fue una experiencia muy gratificante”, ilustra, dejando en claro cómo la unión hace la fuerza.
En pleno auge del coronavirus, la PyME puso a disposición su infraestructura para la fabricación y habilitación de otros dispositivos médicos que lograron fortalecer la atención de pacientes, como fue la válvula Venturi y el videolaringoscopio ideados por AEROMAT, un grupo interdisciplinario que nuclea a investigadores de UNTREF y la Comisión Nacional de Energía Atómica bajo la coordinación de Lucio Ponzoni. Ese acompañamiento resultó en un hito para la Universidad Nacional de Tres de Febrero, porque de ahí salió su primera patente otorgada al videolaringoscopio.

Dentro de esas vinculaciones, Adox terminó haciendo cosas insospechadas que tuvieron repercusión mundial, como aquellas que surgieron de su acercamiento con el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
“Tomando el caso del INTA, uno podría pensar qué tiene que ver Adox con la actividad agropecuaria. Absolutamente nada, solo que a veces la innovación puede ser algo tan sencillo como llevar una solución de un lugar a otro”, dice convencido Javier.
Según relata, en un momento tomaron contacto con el Dr. Guillermo Berra, un veterinario del INTA que estaba abocado a la medición de emisiones de dióxido de carbono y óxido nitroso generados por el ganado vacuno en Argentina, a raíz de una polémica: se había instalado la versión de que nuestro país con sus vacas ocasionaba tanto calentamiento global como los principales países industrializados con sus fábricas.
“Ya veníamos con conocimientos en medición de gases y de flujos y trabajamos con este investigador del INTA en un medidor de gases de efecto invernadero. Sacamos el equipo y un tiempo después ganamos una licitación internacional del Banco Interamericano de Desarrollo”, describe.
Algo similar ocurrió con un investigador del CONICET, Maximiliano Pérez, que les había solicitado una bomba de infusión a medida para sus proyectos de nanotecnología y microfluidos. “Son esas relaciones de las que surgen cosas que uno no se espera. Pérez conocía al jefe de proyectos de un laboratorio de Alemania que es el que está haciendo la vacuna contra el cáncer. A través de él, este señor alemán se enteró de nuestras bombas y no solo nos compró algunas sino que, como vio que nos animábamos a varias cosas, nos encargó una incubadora de dióxido de carbono”, grafica.

Es que como sostiene Javier, el networking es un aspecto vital para el funcionamiento de la empresa. “Colaborar con los investigadores es de lo que más nos gusta hacer. Hay proyectos donde hemos trabajado mucho y no tenemos ningún beneficio económico, pero sí tenemos el beneficio de la relación, del conocimiento, del vínculo. Así que creemos en eso, creemos mucho en la articulación de verdad”, subraya.
Innovar para permanecer, permanecer para ayudar
Para Viqueira, la innovación está muy lejos de la meritocracia y de la moda y se trata más bien de una cuestión de supervivencia. “Ahora la innovación es algo indispensable en el corto tiempo. Los avances vertiginosos en las tecnologías y los mercados hacen que haya que hacer todo mucho más rápido para poder capitalizarlo. Si queremos mantener la rentabilidad y la sustentabilidad de nuestro negocio, no veo otra forma que no sea innovando. Después podemos elegir la forma, si innovar en procesos, en producto o en la comercialización”, sentencia.
En la charla con el conductor de Adox, también aparecen los tiempos difíciles para la producción y la actividad científica y tecnológica en nuestro país, en un escenario donde no solo el Estado se ha retirado de esas áreas sino que más de la mitad de los argentinos viven bajo la línea de pobreza.

“Nosotros no vemos un país que se vaya a desarrollar sin industria y sin oportunidades para la gente. Creemos que dentro de la industria podemos dar el crecimiento social y el orden, ayudando a distribuir mejor la riqueza”, reflexiona.
Sin embargo, apunta que no es bueno desesperanzarse frente a un panorama de este tipo. “Creo que el Estado, como en todos los países del mundo, tiene que financiar las políticas que define como estratégicas. Pero también, si la situación es adversa, yo no puedo pensar que no hay nada para hacer. Con poco podemos permitir que ese instituto, esa persona, ese trabajo se convierta también en algo que genere valor en la sociedad. Tenemos claro que en Adox no vamos a tener 400 investigadores y a comprarles equipamiento, pero sí podemos ayudar a un investigador para que haga una beca postdoctoral en nuestra PyME y con eso hacer que la rueda siga girando”, concluye.
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