Almar: la Pyme de Caseros que revolucionó el tenis de mesa en Argentina
- cidem7
- 19 mar
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A pesar de la volatilidad económica y las crisis personales, la empresa bonaerense siempre consigue reinventarse. Al frente de ella está Gustavo Gómez, quien repasa su historia y las diferentes estrategias que adoptaron para seguir vigentes en el mercado.

Al hablar de tenis de mesa en Argentina, hay un nombre que resuena con fuerza: Almar. Esta pyme de Caseros, fundada sobre los cimientos de una historia familiar, se ha consolidado como la principal productora de mesas de ping pong en el país. Con una apuesta decidida por la calidad y la innovación, la empresa ha sabido sortear las debacles económicas y posicionarse como un referente tanto en el mercado local como en el ámbito deportivo.
De una ferretería a la fábrica líder en mesas de ping pong
La historia de Almar comienza en un taller metalúrgico. El padre de los actuales directivos, Rafael Gómez, tenía una ferretería y una fábrica de cajas metálicas para herramientas. Un día, motivado por su pasión por el ping pong, decidió fabricar su propia mesa con un diseño plegable y ruedas, algo poco común para la época. Con el tiempo, sus mesas empezaron a venderse en el barrio y hasta llegaron a manos del expresidente Raúl Alfonsín. Sin embargo, en aquel entonces, la fabricación de mesas de ping pong era solo una actividad secundaria.
Alejandro, el mayor de los hijos, quiso darle una nueva vida al negocio tras la muerte de su padre y la crisis que atravesaba la familia. Como recuerda su hermano Gustavo, hoy al frente de Almar, la bisagra se produjo en 2006. "La fábrica había cerrado, todas las maquinarias estaban paradas. Alejandro tenía mucho contacto con el ambiente del tenis de mesa porque era árbitro y entrenador, así que decidió retomar la producción con diez mesas para su club". Así, casi sin planearlo, comenzó la nueva etapa de la empresa.
Una marca que se afianzó en los clubes y el mercado digital
Uno de los grandes aciertos de Almar fue su estrategia para insertar la marca en el mundo deportivo. Alejandro, que falleció en 2017, había entendido que los clubes eran el lugar ideal para dar visibilidad a sus productos. En lugar de vender a precios elevados, facilitó el acceso a las mesas con planes de pago flexibles e incluso donaciones a instituciones deportivas. "A veces los clubes no podían pagar y mi hermano les decía ‘no importa, me pagás con lo que puedas de los torneos’", cuenta Gustavo.
Además, la empresa apostó fuerte por el comercio digital en momentos donde Mercado Libre aún estaba dando sus primeros pasos. "Publicamos ahí y las mesas se vendían como pan caliente", señala Gustavo. "No dábamos abasto en fechas como el Día del Niño. Fue un antes y un después".

La clave del éxito: calidad y garantía de por vida
Si hay algo que distingue a Almar es su compromiso con la excelencia. Desde el inicio, la empresa apostó por una fabricación meticulosa que garantizara un rebote óptimo de la pelota. Para lograrlo, realizaron pruebas con jugadores de la selección nacional y desarrollaron una pintura exclusiva con una fábrica que no la vende a nadie más. "Nos llevó un año de pruebas lograr la superficie ideal", explica Gustavo. "Traíamos jugadores de la selección, hacíamos ensayos con equipos especiales y cuando logramos el resultado perfecto, patentamos la pintura".
Otro punto que los diferencia es la garantía de por vida en sus productos. "Nos han traído mesas de más de 15 años con ruedas gastadas y las cambiamos sin cargo", dice con orgullo. "No pedimos factura ni nada, sabemos que es nuestra y nos hacemos cargo".
Crisis y adaptación: los desafíos de una pyme argentina
Como toda empresa nacional, Almar ha tenido que enfrentar momentos difíciles. La llegada del actual gobierno generó incertidumbre en los consumidores y una caída abrupta en las ventas. "Pasamos de vender 180 mesas por mes a solo 50 en los primeros meses del nuevo gobierno", cuenta Gustavo. "Tuve que sacar un préstamo para indemnizar a ocho personas porque no había trabajo".
Sin embargo, la pyme logró estabilizarse y actualmente vende unas 120 mesas por mes. El mercado principal sigue siendo el sector privado, con un alto porcentaje de ventas en barrios cerrados y countries. "Nuestros clientes tienen un poder adquisitivo alto, entonces las crisis les afectan de otra manera", explica. "Si no pueden viajar, quizás se compran una mesa de ping pong. Es una ironía, pero es real".
Un futuro con mirada internacional
A pesar de los desafíos, Almar no se detiene. Actualmente, la empresa está trabajando en la exportación de sus productos, con la mira puesta en países limítrofes como Brasil y Chile. "Nos preguntan mucho si exportamos y la verdad es que nunca lo hicimos, pero queremos hacerlo", comenta Gustavo. "El mercado externo es un desafío, pero tenemos un producto que puede competir".
Además, están desarrollando su propia línea de paletas de ping pong, con la idea de competir en el mercado de accesorios deportivos. "Vendemos casi 4.000 paletas al año con las mesas, así que ahora queremos que sean nuestras", explica. "Ya estamos con la matricería y en un mes lanzamos la primera línea".
La historia de Almar es un ejemplo de resiliencia, adaptación e innovación. Lo que comenzó como un taller metalúrgico familiar se ha transformado en la marca líder de mesas de ping pong en Argentina. Apelando siempre a la excelencia en el producto, la presencia en clubes y una estrategia digital bien definida, la empresa se prepara para dar el siguiente gran paso: conquistar el mercado internacional.
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